domingo, 8 de julio de 2012

JULIÁN ZUGAZAGOITIA


  El verano pasado, 2011, descubrí a Julián Zugazagoitia...para mí y pienso que para la gran mayoría es un desconocido. Tras la guerra civil y en el año que va hasta agosto de 1.940 escribió en su exilio francés un libro de reflexiones sobre lo que había ocurrido ...república, guerra, exilio...su visión era única pues fué durante muchos años director del periódico EL SOCIALISTA, Diputado en las Cortes Constituyentes, Ministro de la Gobernación en el primer gobierno de Negrín, Subsecretario de Defensa en el segundo gobierno de Negrín, pero ante todo fue un vasco, un español, un socialista y finalmente un hombre integro y  honrado.  ¿algún socialista de los de hoy le conoce?, creo que no pues la denostada Memoria Histórica revanchista, revisionista, etc. sería diferente, muy diferente...os dejo un resumen...


…Sonaba, ¿cómo sonaba?, a rumor de mieses en Castilla, a soleá de torero, a jarcias zurradas por las rachas del Cantábrico, a jota de segador, a andadura de merinos por Extremadura, a zorcico de piloto, a estremecimiento de chopos a orillas del Duero, a sardana de payés, a frotamiento de cepas riojanas, a folía de tabaquero…


…¿A qué suenas tú, España, cuando no suenas a muerte? A eso que suenas, a eso sonaste, para mí, la noche del castillo de Figueras… (pág. 534, cap. 52), 1 de feb. 1.939





• Biografía de Julián Zugazagoitia


• Divisiones en el partido socialista, la guerra como alternativa.


• Largo Caballero / Indalecio Prieto / Manuel Azaña / Juan Negrín


• Los nacionalismos: vascos y catalanes van a lo suyo.


 Junto a su amigo Francisco Cruz Salido, ambos compartieron el mismo destino, fusilados en la Almudena, y comparten la misma tumba...











Julián Zugazagotia (Bilbao 1.899 – La Almudena (Madrid) 1.940)


Bilbaíno de nacimiento, periodista de vocación. Llegó a ser director de El Socialista, diputado en las Cortes republicanas, Ministro de Gobernación con Juan Negrín en el llamado Gobierno de la Victoria y posteriormente secretario general de Defensa Nacional.


Tras la derrota pasa a Francia y allí durante su primer año de exilio escribe su Historia de la guerra de España, posteriormente retitulada como Guerra y vicisitudes de los españoles:


“Yo no soy, ni puedo ser un historiador. Soy un periodista que descubre sus observaciones y sus notas, por si tienen alguna utilidad para quienes hagan, serena y fríamente, la historia de la guerra”


“Este libro no gustará a nadie. Según un amigo mío es todavía temprano para permitirse el lujo de la imparcialidad. Pero ¿qué hacer si bese lujo es, para ciertas conciencias, necesidad biológica? A ellas, muchas o pocas, va este libro”.


Detenido en agosto de 1.940 por la Gestapo es entregado a la España de Franco , juzgado es condenado a muerte siendo fusilado en el cementerio del Este, hoy La Almudena, el 9 de noviembre de 1.940. Allí comparte tumba junto a su amigo Francisco Cruz salido también fusilado en aquella misma mañana.







Divisiones en el partido socialista, la guerra como alternativa


Zugazagoitia se limitó a dar forma periodística y literaria a los contenidos políticos enunciados desde las más variadas tribunas por los dirigentes socialistas de todas las tendencias excepto la que seguía, cada vez más marginada, a Julián Besteiro.


A principios de 1934 la comisión ejecutiva del PSOE, controlada por Largo Caballero, anunciaba la revolución en el caso de que las derechas fueran llamadas a gobernar y antes fue el solemne anuncio, o amenaza, formulado por Indalecio prieto desde su escaño de diputado en el Congreso. Sin duda, a Julián Zugazagoitia pertenece la serie de editoriales en los que El Socialista anuncia, en julio de 1.934, que la República ni desnuda ni vestida interesa ya a los socialistas, que tiene el daño en el tuétano, que es lo mismo que la monarquía vestida con gorro frigio, y que sólo puede esperarse de ella una cosa: que se muera.


A partir de octubre de 1.934 en el PSOE se produjo un proceso de escisión que dividió al partido de arriba abajo en dos facciones. Prieto y un sector de los organismos dirigentes pretendían cerrar la fase revolucionaría, retornar a la legalidad y reanudar los vínculos con los republicanos de izquierda; Largo Caballero propugnaba, por el contrario, mantener las distancias con los republicanos y , sin alentar una alianza obrera, iniciar, por las juventudes y los sindicatos, un proceso de unificación con el Partido Comunista.


En la agria pugna desatada durante este período entre los máximos dirigentes del PSOE y de la UGT, Julián Zugazagoitia mantuvo siempre su fidelidad y apoyo a las tesis y a la persona de Prieto y volvió a manifestar a Azaña el testimonio de su más sincera admiración.


(Notas tomadas del prólogo de Santos Juliá a la edición de 2001).






Largo Caballero, obseso en su ideal, no podía comprender otras violencias que las que desencadenase, en busca de su victoria, la clase obrera. Él con sus principales colaboradores, Araquistáin y Álvarez del Vayo, creían saber que toda cuartelada estaba fatalmente condenada al fracaso tanto por la oposición del Estado como por la intervención, mediante la huelga general, de los trabajadores…(pág. 31).


Carecían, como más tarde se vio, de intuición y de información. Lo primero no es sorprendente; era una consecuencia, no de la falta de dotes, sino de un dogmatismo marxista al que, por haberse adherido con algún retraso, ofrendaban una fidelidad ciega. De tal naturaleza era el embeleso, que las huelgas, altercados y encontronazos sangrientos en vez de inquietud les provocaba un secreto contentamiento pues representaban el fracaso gubernamental de los republicanos. (pág, 31, cap. 1).


En mis compañeros no había unanimidad para juzgar el atentado. Escuché de uno de ellos la siguiente opinión: “La muerte de Calvo Sotelo no me produce ni pena ni alegría. Para condenar este atentado sería menester que no se hubiesen producido los que abatieron a Faraudo y a Castillo. En cuanto a las consecuencias de que ahora se habla, no creo que debamos temerlas. La República tiene de su parte el proletariado, y esa adhesión la hace, si no intocable, si invencible. Si las derechas levantaran bandera de rebeldía será llegado el momento de ejemplarizarlas con una lección implacable”. El diputado que así hablaba no publicaba una jactancia, divulgaba una convicción. (pág. 41 y 42 cap. 2).



Sabemos razonar “contra”, no en pro”. Sabemos criticar, no construir. Un gobernante, mientras lo es, como le sucedía a Largo Caballero, pedía acatamiento y obediencia, pero, al dejar de serlo, no se juzgaba en el caso de ofrecerla. En España se pasa del poder a la oposición rabiosa, cuando no se va directamente a las barricadas. Es, concretamente, el caso de Largo Caballero y de Franco. (pág. 256, cap. 24).




La violencia gratuita…



La infección de Madrid era, en aquellos días, mas anarquista que comunista…cada individualidad proclamaba su derecho a hacer lo que mejor acomodaba a su voluntad o a su conveniencia, desde instalarse en la casa soñada a quitarle la vida al enemigo de la víspera…Conceptos como el de autodisciplina y libre obediencia, de los que había de despedirse con dolor, eran defendidos por él con sincero entusiasmo. El problema exterior no contaba con su estimativa. A lucha estaba en España e iba a ser resuelta por fuerzas exclusivamente españolas. Este anarquismo, con capacidad de contagio, es el que entró victorioso en el Cuartel de la Montaña e impuso a los oficiales vencidos su justicia de guerra. (pág. 88, cap. 7).


…La publicación, pues, de las extralimitaciones que se cometieron en Madrid no es una novedad que pueda sorprender. Nuestro periódico las condenó desde el primer instante y llevó contra ellas una campaña que había de culminar en un artículo violento en que las cosas se llamaban por su nombre, artículo que tenía como justificación uno de los episodios más bochornosos y dramáticos que se produjeron en la capital… (pág. 89, cap. 7).


…Ninguno de los que anteponían la revolución a la guerra se hacía cargo, sin embargo, del quebranto que nos inferían y se inferían. Necesitando el auxilio del exterior, tanto por lo menos como de la bravura del interior, esas campañas y las consecuencias que las seguían nos presentaban ante las democracias como indeseables, señaladamente en Inglaterra, donde la divulgación exclusiva de nuestras crueldades había determinado un movimiento de hostilidad contra todo lo republicano, que exigía muchos meses y muchos esfuerzos… … para ser modificado…El anarquismo español seguía menospreciando esos factores y creyendo que la contienda se ventilaba exclusivamente entre fuerzas españolas. (pág. 119, cap. 10).



Prieto nos dio la noticia en los términos más violentos: El cuerpo diplomático se ha presentado al señor Giral y le ha comunicado que, o cesan inmediatamente las represalias que se están cometiendo en la cárcel o se retiran todas las misiones, recomendando a sus gobiernos una rápida intervención que restablezca el derecho de gentes. No creo que el Gobierno tenga fuerza coactiva para imponerse.


Había que ayudar al Gobierno a salir del atasco en que le habían metido los energúmenos, poniéndose por su cuenta a hacer justicias brutales y equivocadas en los presos… (pág. 139, cap. 12).



…Es ahora cuando se puede medir la torpeza en que se incurrió al consentir el fusilamiento de José Antonio Primo de Rivera,..., la justicia hecha en la carne de Primo de Rivera ha desembarazado a Franco de un seguro contradictor. El que testimonie a su recuerdo una admiración que no consigue ser fervorosa, no significa que deje de preferirle eternamente ausente a molestamente presente… (pág. 276, cap. 26).



¿Por qué se ejecutó a Primo de Rivera? Nunca supo nadie contestarme satisfactoriamente…Presumo, sin embargo, que la sentencia fue excesiva, ya que el delito de que debía responder Primo de Rivera se había producido con anterioridad a la insurrección de los militares. Se le condenó no por lo que había hecho, sino más bien por lo que se suponía que había hecho de encontrarse en libertad… (pág. 278, cap. 26).


Peor suerte había de correr el infortunado Andrés Nin. Preso como militante del POUM, trasladado a Madrid a efecto de esclarecimientos policiales, aislado e incomunicado en una finca de Alcalá de Henares…


… Obtenida la entrevista, di cuenta a Negrín de los informes que tenía y le declaré mi pensamiento.


-Si, como temo, se confirman mis sospechas, le ruego encarecidamente que me busque un sucesor. Yo no puedo seguir en el Ministerio. Para mí, la vida humana tiene un precio altísimo…Si acudo a su mayor autoridad, no es exclusivamente para informarle, sino también para que me ayude a rescatar al desaparecido. (pág. 309, cap. 29).




Los nacionalismos: vascos y catalanes van a lo suyo.



La política de guerra era más embarullada y caótica. El Norte no se entendía. La autonomía concedida a las Vascongadas determinó en el País Vasco un crecimiento inverosímil de los fervores autonomistas, al punto de que los propios nacionalistas, si su ideal no se cifrase en mayor conquista, hubiesen quedado sobrepasados. Los comunistas, siguiendo instrucciones de su comité central, acentuaron su nacionalismo euzkadiano y algo parecido, aun cuando con mayor mesura y timidez, hicieron los socialistas…
…Me citaron el caso de la obstinación nacionalista rechazando hasta última hora la ayuda de los batallones santanderinos y asturianos.



Esa negativa a recibirlos se fundaba en el deseo de los nacionalistas de ser ellos solos quienes defendiesen su país. Lo han dicho concretamente: “Iremos con mucho gusto en ayuda de Asturias y de quien nos necesite; pero aspiramos a ser nosotros solos quienes defendamos Euzkadi” …Este concepto nacionalista, mezquino, nos está haciendo mucho daño. (pág. 296, cap. 28).



Pienso que a los nacionalistas, cuyos militantes se batían valerosísimamente en el campo, les hubiera convenido hacer suya, por toda la duración de la guerra, la divisa del caudillo anarquista: “Renunciamos a todo, menos a la victoria”.


… En un diario de la comunidad encontré enunciado: “Si Euzkadi se defiende, España ganará la guerra. Y si España gana la guerra por la heroica resistencia del pueblo vasco, ¿con qué razón nos negará la independencia?”. (pág. 297, cap. 28).



En el preámbulo del decreto, obra mía, se citaba concretamente la necesidad impuesta por la guerra de centralizar el mando. Este concepto alarmó a los autonomistas catalanes, que veían en él una amenaza para su Estatuto, al punto de manifestarme su inquietud…Más tarde fueron ellos quienes me insinuaron la conveniencia de dejar en suspenso la vigencia del estatuto, por el tiempo que durase la guerra, a cambio de concedérsele a Cataluña una mayor representación en el Gobierno. (pág. 315, cap. 30).



Negrín no profesaba la menor debilidad autonomista. Ni para los catalanes ni para los vascos. Éste es, según supongo, el único punto de coincidencia que tenía con Azaña, desengañado, más que de la autonomía, del empleo que hacían de ella los gobiernos autonómicos… (pág. 316, cap.30).



… Quienes eso afirman citaban varios casos concretos y ninguno de tanta fuerza como el ocurrido en Santoña, donde una unidad vasca, de filiación nacionalista, después de haberse apoderado de la villa santanderina a mano armada, se rindió a las fuerzas italianas, consiguiendo, en una breve estipulación, salvar la vida de sus componentes, a cambio de no hacer la menor resistencia… (pág. 330, cap. 32).


…incorporar Cataluña a la guerra, cosa que se estima generalmente que no ha ocurrido. En uno de sus movimientos de irritación, Prieto, que se sentía defraudado por la conducta de los catalanes, con quien había tratado infructuosamente en varias ocasiones, declaró en una reunión ministerial que “a disponer de libertad personal, no vacilaría en trasladarme a Barcelona y ponerme a gritar en la plaza de Cataluña que si la guerra se pierde, se perdería principalmente por la conducta insensata y egoísta de Cataluña”. (pág. 359, cap. 35).



… Los problemas producidos por las dos regiones autónomas eran los que más enojaban al presidente, (Negrín), quien, como ministro de Hacienda, se sentía defraudado por ellas. (pág. 361, cap. 35).



A la victoria del primer día, batalla del Ebro, se mezcla un pequeño disgusto político: el recrudecimiento nacionalista que se observa en las actividades de la Generalidad. Rudamente, Negrín, dice al subsecretario de Gobernación:


- Esa puede ser, muy concreta, una razón por la que yo me marche del Gobierno. No estoy haciendo la guerra contra Franco para que nos retoñe en Barcelona un separatismo estúpido y pueblerino. De ninguna manera. Estoy haciendo la guerra por España y para España. Por su grandeza y para su grandeza. Se equivocan los que otra cosa supongan. No hay más que una nación: ¡España! No se puede consentir esta sorda y persistente campaña separatista, y tiene que ser cortada de raíz si se quiere que yo continúe siendo ministro de Defensa y dirigiendo la política del Gobierno… (pág. 470, cap. 45).



A una respuesta de Méndez, insiste:


- El que estorbe esa política nacional debe ser desplazado de su puesto. De otro modo, dejo el mío. Antes de consentir campañas nacionalistas que nos lleven a desmembraciones, que de ningún modo admito, cedería el paso a Franco sin otra condición que la de que se desprendiese de italianos y alemanes. En punto a la integridad de España soy irreductible y la defenderé de los de afuera y de los de adentro. Mi posición es absoluta y no consiente disminución. (pág. 470, cap. 45).



Ausente de Barcelona, Negrín, los ministros señores Aguadé e Irujo presentan la dimisión. Estas dimisiones responden al disgusto de la Generalidad de Cataluña, y parecen determinadas por un decreto aprobado en el último Consejo, por lo que en lo sucesivo dependerán de la subsecretaría de armamento todas las fábricas dedicadas a la producción de material militar… …Como respondiendo a una consigna, todos los diarios catalanistas, sin distinción de matices, coinciden en sacar a primera plana los conceptos nacionalistas más apasionados. (pág. 482, cap. 47)



El problema catalán, que la república creyó haber dejado resuelto con la concesión del Estatuto autonómico, renacía furiosamente con la guerra. El decreto de Franco aboliendo la autonomía de Cataluña tenía apasionados suscriptores entre los republicanos; por reacción, los autonomistas levantaban con rabia la bandera de la estrella solitaria, como en los días más heroicos de Maciá. (pág. 489, cap. 47).





• Un testigo privilegiado: Largo Caballero / Indalecio Prieto / Manuel Azaña / Juan Negrín / Julián Besteiro



Negrín buscó en mí un confidente para sus irritaciones contra don Manuel. Lo más benévolo que decía de él es que era un hombre de cartón-piedra.


-Me cuesta mucho esfuerzo reponerme de las conversaciones con Azaña. No cree en nada, carece de fe, todo lo ve perdido. Se interesa, en cambio, por las cosas más mezquinas y menudas. Según el propio Giral, ha venido a caer en todos los defectos que él reprochaba a Alcalá Zamora. Está en los menores detalles de su comodidad o de su pasión y lo demás no cuenta para él. Créame, me vienen ganas de no volver más por su despacho. (pág. 320, cap. 30).



-Convénzase usted, me dice Encina, de que ese correligionario de usted es un viejo loco, a quien hace tiempo debían ustedes haber atado. Mientras los negocios de la guerra dependan de él, todo irá de cabeza…


… ¡es un loco! Lo he dicho hace mucho tiempo y ahora lo ratifico.


No se trataba de una opinión personal. Estaba muy generalizada en Valencia. El mito de Largo Caballero estaba roto. Los comunistas se disponían a pulverizarlo. Fomentaban sin demasiada discreción el descrédito del jefe del gobierno… (pág. 253, cap. 24).



Con una de las contadas personas que guardó puntualidad, a partir del momento en qué tomó para sí la responsabilidad del Ministerio de Defensa Nacional, fue con el general Rojo, a cuya capacidad de inteligencia y trabajo rendía frecuentemente tributo de admiración. (pág. 364, cap. 35).


El tiempo que Negrín negaba a sus colaboradores de las subsecretarías se lo concedía gustoso al general Rojo. Tenía, como Prieto, una confianza ilimitada en la capacidad de don Vicente. (pág. 436, cap. 42).



Hablando del general Rojo en su época como subsecretario de guerra:


Los ataques se escalonaron prudentemente. Comenzaron por una discusión de méritos profesionales. Eran inferiores, ¡con mucho! A los del general Asensio. Este, dormido, veía más que Rojo despierto. Su exaltación al generalato había sido demasiado rápida. Buen jefe de Estado Mayor, resultaba incapaz como general. Carecía de don de mando y de golpe de vista… … En mi mesa, y sin que yo manifestase la menor complacencia, se abrieron varias veces planos con las demostraciones, subrayadas en azul, de esos fracasos. Finalmente, lo inevitable, la duda corrosiva: ¿no sería un desleal? (pág. 437, cap. 42).



“Yo soy un hombre que tiene fe, refiriéndose Negrín a sí mismo, primera condición para gobernar. Creo en la victoria y estoy seguro que la obtendremos”. A Prieto le ocurría entonces, y posiblemente le ocurre hoy, lo contrario. (pág. 430, cap. 41).


Finalmente, Prieto y Negrín tienen un contacto. Se ven en Caprodón. El ex ministro de defensa ha aceptado representar a España como embajador extraordinario en el acto de la toma de posesión del nuevo presidente de la República de Chile… … al final de la entrevista, Negrín pide un abrazo a Prieto y éste, afligido por el destino de Negrín, se lo da.

… La polémica de estos dos hombres, llamada a continuar, había de tener un fondo irreparable: la derrota. (pág. 431, cap. 41).



Tras la derrota de Teruel, la llegada de los nacionales al Mediterráneo, la caída de Lérida:



Si digo que el presidente hacía la guerra, es porque todas sus potencias estaban aplicadas, en aquellos días aciagos, a interesar el material que nos hacía falta para enderezar los frentes y devolver al país la fe en la victoria… …Negrín no me pareció desmoralizado ni un solo día. El manadero de su optimismo no me era conocido.


Cuando el tropiezo era gordo, el presidente, por medio de la radio se dirigía al país, pidiéndole nuevos sacrificios y tratando, con palabras de fe, de meterle en los huesos confianza en lo porvenir: “La guerra será larga y dura”. “Con pan o sin pan, ¡resistir!”. En este aspecto era, también antípoda de Prieto… … afirmaba que el triunfo sería nuestro. ¿Inconsciencia? ¿Simulación?, lo primero no es creíble. Se le han hecho reproches más ofensivos – para algo es él gobernante español que encabeza la derrota-, pero yo estoy especialmente facultado para negar algunos de ellos y, desde luego, el de la inconsciencia. En una ocasión, como la tristeza de la tarde le dispusiera el ánimo para las confidencias íntimas, me dijo estas palabras: “Observe cómo todos buscan apoyo en mí para su esperanza. Cuando a alguno de mis colaboradores se le arruga el temple y se le desmorona la fe, me busca anhelante. Tengo que ser yo quien le sostenga. En cambio, yo no tengo en quien apoyarme.”


Y, efectivamente, Negrín no tenía en quien apoyarse…


…Siempre resultará más fácil denostar ese período de la actividad ministerial de Negrín que explicarse, y comprender, el temple que necesitó para no derrumbarse. Motivos no le faltaron…Sólo hubo una auténtica voluntad de resistencia y victoria: la suya. (pág. 437/438, cap. 42). La fuerza de Negrín, según la respuesta de sus opositores políticos, no es precisamente al de la fe. Su permanencia en el poder es resultado de sus recursos de dictador. Se apoya con vigor en la parte comunista del Ejército. (pág. 491, cap. 48).



¿Servía a los comunistas o se hacía servir por ellos? ¿Eran ellos leales con Negrín? ¿lo era Negrín para con ellos?.


“Si alguna organización me da lo que pido, ésa es la comunista. Siempre está en condiciones de apechar con las partes más ásperas de la contienda”. Negrín terminó descansando en ellos. (pág. 507, cap. 49)



Besteiro, rechazando la invitación del Partido Socialista para tomar parte de un acto público, dirá lago más tajante: - No puedo hablar porque no me consentirán decir lo que siento y lo que pienso, a saber: que los españoles nos estamos asesinando de una manera estúpida, por unos motivos todavía más estúpidos y criminales. (pág. 489, cap. 47).



A pesar de todo, la acogida hecha a Besteiro resultó fea. Su conducta durante toda la guerra merecía respeto. Cuando menos respeto. Y no se le guardó. No llegaba a Barcelona para conspirar, sino para interesarse por la situación de Madrid que, en vísperas de un nuevo invierno, amenazaba hacerse insostenible… (pág. 506, cap. 49).



Besteiro reputaba locura insigne persistir en alargar una contienda que consideraba perdida para la República. A su juicio, la guerra era la cuota fatal que las izquierdas españolas pagaban por una larga acumulación de errores. Al medir la responsabilidad de los socialistas, sus correligionarios, era particularmente severo, acusándoles de haber puesto el carro delante de las mulas, a redropelo de la tradición del Partido, que ordena no acompañar a la masa en sus desvaríos demagógicos y prohíbe, con mayor rigor, estimularlos… …el ascenso al poder de Largo Caballero lo reputó como una desgracia. (pág. 586, cap. 58).

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